Mis Tempestades - Un Viaje Personal

María nunca pensó que un confinamiento mundial, pudiera brindarle la ocasión de contar su biografía. Un día de marzo se sentó frente a una hoja en blanco y escribió la primera palabra. Permaneció seis meses sin levantarse más que para lo imprescindible. Solo quería compartir sus vivencias junto a Frazer y “Tempestades”, obra que recorre España, desde hace 33 años.


Finalmente acabó sumergiéndose en un agujero negro de su pasado que cobró una fuerza singular. María se expresa desde el corazón y con las tripas. Se rehízo a sí misma gracias a la lectura de algunos libros que dieron luz a su alma, tal como lo expresa ella misma. Su vida, desafío constante y ansia pura de superación

En este libro María, explora los momentos de desafío y crecimiento que han moldeado su viaje personal y espiritual. Mis Tempestades es una invitación a reflexionar sobre el poder de la transformación interna y el autoconocimiento.


TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO “MIS TEMPESTADES” PAG 18-19
Y 20. DONDE MARÍA RELATA UNO DE LOS SUCESOS MÁS
CONMOVEDORES DE SU VIDA
TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO “MIS TEMPESTADES” PAG 18-19
Y 20. DONDE MARÍA RELATA UNO DE LOS SUCESOS MÁS
CONMOVEDORES DE SU VIDA

“Repasaba lo que me acaban de decir, no quería fallar en nada, ya estaba total y absoluta mente «jugada». Llegó la noche y Alejandra realmente parecía de otra edad. A los chicos se les veía muy alegres aunque, evidentemente, el tiempo que estuvimos separados lo habían sufrido. Daba la sensación, pese a las circunstancias que nos rodeaban, de que ellos se sentían en una aventura a mi lado.


A la hora indicada aparecieron los coches. Les anuncié a mis hijos que íbamos a cruzar la frontera para tomar el avión a Madrid desde la capital de Brasil, Río de Janeiro.


Evidentemente a estas alturas eran conscientes de la situación porque desde que nos fuéramos a España para buscar algo de trabajo y un piso donde poder vivir con ellos, estaban esperando. Mi abogada Marta, de hecho, lo hizo figurar en el divorcio. Pero no salen las cosas como las planificas.


2 DE ABRIL DE 1989. NOCHE CRUCE DE LA FRONTERA, FOZ DE IGUAZÚ Y ALGÚN MÁS COSAS MÁS…


Arrabal comienza a dar órdenes. Avisa que vendrá otra persona conmigo, él acompañará a Matías y será el primero en pasar por la frontera. Luego irá Federico con dos fulanos delante. Y en el último coche viajaremos Alejandra y yo y me indica que en el momento de pasar la frontera, a Enrique lo ponga a mis pies para que no se vea, era el único que iría escondido. Percibo mucha preparación, algo está pasando que no me dicen. Pero siento que debo seguir, sin preguntar. Salimos por el camino y a los pocos metros, Arrabal se detiene, baja del coche y desde el segundo vehículo, casi gritando, advierte:


—Por favor, ir con normalidad.

Cuando pase yo, levantaré el brazo para saludar al que está de turno en la caseta. Y hacer lo mismo ustedes, con absoluta normalidad. Y recuerdo que agregó:

—Igual que cuando vamos a por mujeres.


Se sube al coche y emprendemos la marcha. Durante el camino hacia Foz de Iguazú, la frontera, un pensamiento acude a mi mente, no sé si porque es una muleta que me

ayuda a no flaquear o porque siempre estuvo ahí, desde que había pisado de nuevo Buenos Aires el 28 de marzo. Ricardo era, en esa época, muy aficionado a consultar personas del Tarot.


Tiene su carta natal puesta en un cuadro. El fin de semana anterior a mi partida paseamos por el Retiro y recuerdo que siempre en esos años, encontrábamos personas con cartas, casi una al lado de la otra, a las que podías consultar. Lo noté observando mucho a unas y a otros, se paró incluso un buen rato en frente de todos ellos.


Le pregunté: — ¿Qué pasa? ¿Qué buscas? —Una persona especial. Voy a consultar.


No creo en estas cosas, pero era su inquietud. Ricardo se dirigió rápidamente hacia una mujer de cuarenta y cinco o cincuenta años. Se sentó frente a ella y lo que vino a continuación me impactó. Sin tocar las cartas y mirándolo a los ojos ella le soltó:


— Tienes una separación con una persona importante en tu vida pero no es por problemas de pareja, sino por circunstancias ajenas.


Me acerqué un poco más y continuó:

—Eres muy nervioso y ansioso pero esta vez debes dejar eso de lado y no pensar, no debes estar mal.

Ricardo le preguntó: — ¿Por qué? ¿Qué va a pasar? ¿Cómo termina esta separación?


—Hay un reencuentro con niños y mucha alegría—contestó la

mujer, mostrando seguridad.


En meses sucesivos fuimos a buscarla en varias ocasiones pero no volvimos a verla más. Sus palabras me resuenan en la cabeza, una y otra vez camino a la frontera. A medida que los coches se acercan al puesto, mi respiración se torna más agitada. De cuando en cuando miro a mi hija Alejandra, es tan hermosa, solo veo su perfil.


No me mira. Desde el vehículo en el que viajo, el último, observo perfectamente el primero. Y no pierdo de vista a ninguno de los del convoy. No conozco de nada a la persona que me lleva. Su voz suave llega a mi oído:

—Señora, agache al niño, que estamos por cruzar.


Quería hacer lo que Arrabal nos había indicado, pero me descubro con la cabeza pegada al cristal de la ventanilla para intentar no perderme nada de lo que está pasando. Observo cómo Arrabal levanta el brazo pero no veo al guardia, aunque sé que está adentro, pasa sin problema y también el que va delante de nosotros, ya no miro más hacia afuera, solo hacia abajo.


Los ojos de Enrique se clavan en los míos, siento miedo, permanece tumbado a mis pies, y yo acaricio su carita. Pienso, no levantaré más la cabeza. El coche avanza, no se detiene.


Contengo la respiración y espero. Eternos se me hacen estos minutos y escucho decir a la persona que conduce:

— ¡Ya está señora, hemos pasado!


Me sorprende algo, una molestia en la garganta, un llanto ahogado, ni siquiera lo vi venir, solo apareció. Me digo a mi misma, lo peor ha pasado, estamos en otro país. Todo queda atrás, hemos salido. No sabía lo que me esperaba, tendría que volver al día siguiente a la misma garita de la frontera de Foz de Iguazú y sin mis hijos.

Algo no estaba bien. Había que arriesgarse”...


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